lunes, septiembre 25, 2006

Las Mil Y una Noches

Historia del rey y la mujer honesta.
(noche 262)
-La anécdota que es antiquísima , es una mera abreviación de la que con el título El Rey y la mujer de su visir figura en el libro de Simbad o las Marrullerías de las mujeres, que viene siendo mucho después y está tomada del famoso Libro de Sandebar.-

Cuentan, así mismo, que cierto rey de entre los reyes salió una vez de incógnito de su palacio con el objeto de informarse por sí mismo de cómo marchaban los asuntos de sus vasallos.
Llegó el monarca, en el curso de sus andanzas a una gran alquería, y penetró en ella solo, separado de su comitiva.
Apretóle la sed al monarca y llamó a la puerta de una casa y pidió un poco de agua.
Salió luego una mujer muy guapa, llevando en su mano un jarro con agua y se la ofreció al monarca.
Tomólo aquel y bebió a su placer, y, al reparar luego en la mujer, hallóla tan bella que en el acto enamorase locamente de ella.
Notólo la mujer y lo hizo pasar al interior de la casa y lo invitó a que se sentara y mostrándole un libro le dijo:
-Entretente leyendo este libro hasta que yo despache mis faenas y vuelva.
Tomó el monarca el libro y pudo ver que era una exhortación a la continencia, en la que se hacía resaltar los tormentos que reserva Alá a los que pecan contra la castidad.
Erizósele al monarca el vello al leer aquello y se arrepintió e hizo acto de contrición.
Y llamando a la mujer le devolvió su l libro y se marchó por donde había venido.
Estaba ausente en aquella sazón el marido de aquella mujer , y ésta, al volver él informóle de lo sucedido. Y el esposo, al saberlo, se dijo:
-Temo que el monarca vuelva a las andadas.
Y, desde aquel momento, rompió con su mujer todo comercio.
Díjoselo aquella a sus deudos y estos fuéronle al monarca con el cuento. Y luego que besaron la tierra entre sus manos, le dijeron:
-¡Alá fortifique al soberano! Este hombre nos tomó en arriendo una tierra para labrarla y sembrarla[1] y durante algún tiempo la labró y sembró, con efecto. Pero después desentendiese de ella y la dejó en barbecho sin que nos reconozca el derecho de arrendársela a otro, que a labrarla y sembrarla esté dispuesto.
Y como de estar así sin cultivo viénele a la tierra perjuicio, tememos que así ocurra a esa que te decimos. Porque es sabido que la tierra se estropea si no se la cultiva como es debido.
Encaróse el monarca con el marido y le dijo:
-¿Por qué no cultivas esa tierra y cual es la causa de que la desatiendas?
-¡Alá aumente, ye rey, tu poder y tu fuerza!- respondió el interpelado-. Has de saber que llegó a mi la noticia cómo el león entrara en esa tierra, y luego que lo supe me entró miedo y ya no me atrevo a acercarme a ella. Porque sé muy bien que con el león no me las puedo haber y no quiero enfrentarme con él.
Entendió luego el monarca lo que el hombre le quería decir y le habló así:
-No tengas temor, que no es cierto que en tu tierra entrara el león, y ten presente que es tierra excelente para sementera; así que no te preocupes y siémbrala. ¡ Y que Alá te bendiga en ella! Vete tranquilo y en paz, que el león no volverá a rondar tu heredad.
Mandó luego el rey obsequiar a ambos esposos con regalos valiosos, después de lo cual los dejó marchar.

Tomado del Libro de “Las Mil y una Noches.” Puesta en Castellano por R. Cansinos Sáenz.
[1] “vuestras mujeres son vuestra tierra de labor”, sura II , Al- Bakra (la vaca)